Lámpara

 

Diego no nació de un parto. Un día Doña Tota y Don Diego frotaron la lámpara. Fue en el 60, década si las hay, un 30 de octubre. El genio brotó entre las ollas de mate cocido y las pilas de ladrillos esperando algún mango para hacerse pared. 

Se enamoró de la pelota, y las caricias del pie izquierdo terminaron seduciendo también a la de gajos. Fueron cómplices cuando se metieron 4 veces en el arco del Loco Gatti, cuando este le había dicho gordito. Y cuando Diego la tenía pegada al pie haciendo jueguitos y una cámara premonitoria registraba al petiso genio diciendo que quería jugar un mundial, y salir campeón. 

El genio tenía muchos deseos por cumplir. Ni que hablar de la gesta novelesca con el Nápoli. Y el partido con Inglaterra. Son cosas de cuentos, en serio, cuando uno le pide al genio que se le cumplan los deseos más estrambóticos. Y el gol a Italia en ese mismo mundial?, cuando construyó una estatua de Giovanni Galli mientras la pelota entraba mansa al palo izquierdo de golero. Y el pase a Caniggia para hacerle el gol a Brasil cuatro años después?, no hay forma de explicarlo si no aceptamos que Doña Tota y Don Diego frotaron una lámpara. 

Nos vemos Diego!

Publicado en Facebook, 25-11-2020

Kirk




William Shatner, el célebre capitán de la Enterprise de Viaje a las Estrellas, subió a la nave New Shepard para cumplir un sueño increíble, viajar al espacio.

El cohete despegó desde el centro de lanzamiento que la empresa Blue Origin tiene en el desierto de Texas. Llegó a una altitud de 100 kilómetros, suficiente para ver la curvatura del planeta. William y sus compañeros flotaron en la cabina por unos minutos, disfrutando de la disminución de la gravedad.

Todo fue increíble, solo disfrute y admiración por lo que veía a través de las ventanillas. El regreso comenzó de acuerdo a lo pautado. En tierra los esperaba el magnate Jeffrey Preston Bezos, propietario del transporte aeroespacial. Shatner volvía con una sonrisa en su rostro, a los 90 años había logrado su sueño.

La cápsula aterrizó donde estaría la comitiva esperándolos. William fue el primero de la fila para el descenso, abrió la escotilla con el botón indicado, esperando ese momento glorioso de haberlo logrado. Pero el paisaje no era el esperado, ni el que le daba la bienvenida.

— Kirk! -gritó Spock también asombrado- donde se había metido?

William Shatner se dio vuelta como tratando de desmentir lo que estaba viendo. 

— Doctor McKoy, ¿estoy sufriendo alucinaciones?


Texto e ilustración: Alejandro Barbeito [2021] 
Publicado en La Jornada WEB

Krasnoborsk


Activó el dispositivo como todas las mañanas, antes de salir a caminar. Su salud necesitaba de esas caminatas a orillas del río San Antonio en la primavera cordobesa. 

Seleccionó en la pantalla del celular la aplicación que le marca los pasos. Habitualmente daba inicio al programa cuando salía a la calle, pero esta vez decidió hacerlo adentro, sentado en el sillón, esperando a su mujer que se preparaba para la caminata. Ni bien presionó Inicio el sistema abrió el mapa y rápidamente el marcador viajó hacia un punto: Krasnoborsk, Rusia. 

Estaba medio dormido y eso le dificultaba el entendimiento.
— Krasnoborsk?

Maldijo las habituales publicidades que le entorpecían su escaso adiestramiento tecnológico.  Cerró la aplicación y la volvió a abrir. Repitió el procedimiento, y el marcador volvió a Krasnoborsk, sin publicidad ni mensaje que le hiciera pensar otra cosa. Maldijo nuevamente y cerró el celular. Viendo que su mujer seguía sin aparecer decidió salir a la calle para ir estirando las piernas para la caminata.

Abrió la puerta y el frío le perforó el pecho, la nieve acumulada era lo más blanco que había visto en su vida. Cruzando la calle, un bosque se perdía en un lago congelado. Cerró la puerta y miró hacia atrás tratando de encontrar el rostro de su mujer diciéndole que estaba en una pesadilla. Nada. Volvió la mirada hacia la puerta y acercó el ojo a la mirilla.

No puede ser…Krasnoborsk.


Texto e ilustración: Alejandro Barbeito


Fillol


Corría el 16 de diciembre de 1980, rumbo al mundial de España, la Selección Argentina vino a jugar a Córdoba un amistoso contra Suiza. Se jugó en el Estadio Córdoba cuando todavía tenía aires franceses. Estuvimos en la popular norte, en un estadio con poca concurrencia.

De esa noche me quedaron dos imágenes grabadas, la primera fue un episodio ocurrido a unos escalones de donde estábamos. Era el entretiempo creo, donde la charla y comentarios se convierten en murmullo solo interrumpido por el grito despachante de “hay Coca chachos”. Fue ahí cuando un guaso se levantó sin mediar discusión alguna y le dio vuelta la cara de un trompadón al que tenía sentado al lado. Nunca supimos las razones de la demanda, porque luego del incidente se sentaron como si nada hubiera pasado. La Coca “especial” puede haber calentado los ánimos.


La otra es del partido. Argentina ganó 5 a 0, los suizos eran todos relojeros, de fútbol nada. Pero la cuestión que algún que otro avance tuvieron, y es aquí donde me quiero poner de pie. El wing derecho de los helvéticos logró llegar al fondo y tirar el centro pasado. El arquero estaba en el primer palo. La pelota fue milimétricamente a la cabeza de un delantero, que con el arco a su disposición le pegó un furibundo cabezazo rumbo al gol. El arquero no tenía nada que hacer. Pero es ahí donde nace la segunda imagen que traigo guardada hasta aquí. El arquero llegó, no sé cómo hizo, pero llegó, en una atajada monumental. El mejor arquero que vi en mi vida, siempre llegaba: Ubaldo Matildo Fillol (hoy cumple 70 pirulos, le hice esta gráfica, la atajada está en su apellido).

Texto e ilustración: Alejandro Barbeito