Una tarde triste

Por Alejandro Barbeito
Publicado en el periódico La Jornada - Nº 97



Miguelito va a la cancha como a misa. No hay forma de que falte a un partido y hasta se viste como para ir a misa. No sabemos qué rincones de su alma visita la pasión futbolera, ya que le cuesta hacerse entender, los muchachos dicen que se tragó una boluquita. Le cuesta pronunciar la formación titular, sobre todo cuando llega a Salvador Mastrosimone.
Miguelito no se sienta en la tribuna a pesar de que su arribo madruguero al estadio le da la posibilidad de elegir la mejor ubicación. Ingresa a paso lento por el pasillo de la popular sur pisando el suelo húmedo y se apoya en el alambrado. Está comprobado, científicamente, que la visión que se tiene en la cancha de Instituto desde esa posición equivale a un 34 % de la visión total, dada la comba que presenta el campo de juego y el desnivel que presenta el pasillo y la cancha propiamente dicha. Siempre me pregunto qué ven los que tienen esa costumbre de ponerse en el alambrado a ver el partido. En el caso de Miguelito tiene un atenuante: va con la radio a la cancha, un aparato de especificaciones técnicas adecuadas que le permite sostenerlo en una sola mano y llevarlo a la oreja para no perderse una sola apreciación del comentarista.

Hoy es un domingo muy en especial. Jugamos un partido definitorio de la Liga Cordobesa. El partido se nos presenta favorable pero a lo largo de los 90 minutos no hay forma de meterla. El arco se nos cierra definitivamente y terminamos sufriendo un montón. El arquero rival se atajo todo y el árbitro nos bombeó permanentemente. Pitazo final. Fue sólo un empate de local.
Mientras la asamblea albiroja delibera en la popular sobre las causas por las que no se pudo ganar, comenzamos a descender los escalones lentamente, esperando que la mano única de muchedumbre se vaya desvaneciendo en el portón de salida.
Miguelito todavía está ahí contra el alambrado, pero ahora viendo hacia la tribuna. Siempre sonriente a pesar de la mala tarde… y con la radio en la oreja. Cuando paso a su lado me hago cómplice y le pregunto:
-Miguelito, qué dice el negro?
-Brizuela dijo que merecíamos ganar…
Con eso basta, ya podré sobrevivir hasta el domingo que viene.

Ilustración: Alejandro Barbeito



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