Las embarcaciones dejan atrás olas como si fueran rocas que
lastiman sus proas. Este mar es muy bravo. Los capitanes mantienen el rumbo con
gran destreza para llevar la nave a buen puerto. Son 20 los barcos. Yo estoy en
el de siempre, en el que siempre estaré. La bandera roja y blanca lo distingue
del resto. Ahí comparto con varios un camarote apenas cómodo, algo apretado. En
las paredes hay cuadros de héroes de la pasión que nos guía.
Partimos hace casi un año, allá por julio. Nuestro barco va
adelante la mayor parte del trayecto; los tripulantes no hacemos otra cosa que
imaginar lo que haremos una vez desembarcados.
- Solo dos podremos tocar tierra firme, los dos mejores, los primeros, nos arengó el capitán.
- Hay que poner todo muchachos, tenemos que lograrlo, sino habrá sido un viaje en vano.
- Solo dos podremos tocar tierra firme, los dos mejores, los primeros, nos arengó el capitán.
- Hay que poner todo muchachos, tenemos que lograrlo, sino habrá sido un viaje en vano.
El paso del tiempo generó una ansiedad colectiva que hacia
irrespirable el salado aire de alta mar. Cuando los nervios se comían las
últimas uñas se escuchó una voz que estalló como un gol:
- Tierra!! gritó el capitán.
Salí a la cubierta y vi el dorado horizonte y su capa de seda verde. Corrí a popa para ver a los demás barcos, estaban ahí, no muy lejos. Volví corriendo a la sala de comando para preguntarle al capitán cuánto tiempo faltaba para la hazaña. Me respondió mirando un viejo mapa marcado con otros viajes de éxitos y fracasos.
- En esto no hay que dar nada por sentado, pero ya estamos.
Un brusco movimiento de la nave hacía estribor cambió el rumbo sorpresivamente. El capitán tomó el timón.
- Todos a sus puestos!!!
- Que pasó?! Pregunté al vacio.
- Una gran ola nos agarró a babor me dijo un marinero.
- Esto nos va a retrasar murmuró otro.
Los nervios se apoderaron de la cabina. En la brújula de la bitácora la flecha no podía hacer centro en un Norte que iba de acá para allá.
Un par de barcos que venían por detrás no sufrieron el percance y sacaban alguna ventaja…solo dos podremos llegar pensaba mientras agarraba una soga con toda mi fuerza y el ardor penetraba por mis palmas.
La nave corrigió su rumbo por un fortuito golpe de viento y se posicionó de nuevo expectante.
- Tierra!! gritó el capitán.
Salí a la cubierta y vi el dorado horizonte y su capa de seda verde. Corrí a popa para ver a los demás barcos, estaban ahí, no muy lejos. Volví corriendo a la sala de comando para preguntarle al capitán cuánto tiempo faltaba para la hazaña. Me respondió mirando un viejo mapa marcado con otros viajes de éxitos y fracasos.
- En esto no hay que dar nada por sentado, pero ya estamos.
Un brusco movimiento de la nave hacía estribor cambió el rumbo sorpresivamente. El capitán tomó el timón.
- Todos a sus puestos!!!
- Que pasó?! Pregunté al vacio.
- Una gran ola nos agarró a babor me dijo un marinero.
- Esto nos va a retrasar murmuró otro.
Los nervios se apoderaron de la cabina. En la brújula de la bitácora la flecha no podía hacer centro en un Norte que iba de acá para allá.
Un par de barcos que venían por detrás no sufrieron el percance y sacaban alguna ventaja…solo dos podremos llegar pensaba mientras agarraba una soga con toda mi fuerza y el ardor penetraba por mis palmas.
La nave corrigió su rumbo por un fortuito golpe de viento y se posicionó de nuevo expectante.
La bahía está ahí, solo hay que dejarla atrás…solo dos podremos desembarcar…solo dos. El
envión y la suerte nos puso derecho a la gloria. Pasamos raspando unas grandes
rocas. Los corazones trepidaban. El capitán miró hacia atrás, dos naves están
casi arriba nuestro y la más grande a la par.
- Sigamos así! No cambiemos nada! Si llegamos hasta aquí de esta forma, llegaremos hasta el final de la misma manera, con el mismo éxito gritó Franco, el capitán, mientras tomaba postura de figura de bronce cubierta de gloria…de gloria!. El éxito estaba allí, servido en bandeja.
- Sigamos así! No cambiemos nada! Si llegamos hasta aquí de esta forma, llegaremos hasta el final de la misma manera, con el mismo éxito gritó Franco, el capitán, mientras tomaba postura de figura de bronce cubierta de gloria…de gloria!. El éxito estaba allí, servido en bandeja.
El ruido penetró las almas. En el mapa no aparecía el banco
de arena y la nave se clavó como un clavo. Faltaban apenas uno metros para la
playa, para el desembarco. Nos pasó uno de los viejos navíos cargado de
cervezas. El otro encalló aún peor. El más grande ya estaba en la playa y su
tripulación saltaba festejando, los cerveceros se le sumaban. Nos arrimamos
todos a las barandas para contemplar la alegría ajena. Una caliente brisa venía
de las arenas blancas sin embargo sentimos frio mientras nos inundaron recuerdos
de desembarcos frustrados.
No sé porque en ese segundo después del pitazo final imagine
tamaña historia de barcos heroicos y mares turbulentos. Será porque la pasión
nunca te permite poner los pies en la tierra.
Me niego a la resignación, apago el televisor y me voy silbando bajito…
…dale glo...dale glo….
Me niego a la resignación, apago el televisor y me voy silbando bajito…
…dale glo...dale glo….
2 comentarios:
Excelenteeee!!!
Y lo dice alguien al que su barco lo llevo a navegar charcos poco profundos del interior...que no llegan a ser lagunas, pero si son saladas...y amargas!!!
A fin de cuentas, alla en los mares deseados...hoy pululan horribles piratas y los actuales campeones los dirige un CORSARIO!!!
Tortul di Udine
Habrá que seguir de puerto en puerto...
Publicar un comentario