Quién me quita lo escuchado

Por Alejandro Barbeito

Corría el año 1979. Era una tarde de domingo cuando se presentaba en el Club Municipal de Alta Córdoba Serú Giran. Esa misma tarde, la inconsciencia de algún productor programó en el club Junior la actuación de Billy Preston.
Preston era considerado el quinto Beatle, ya que había participado en Let it Be y en un par de canciones de Abbey Road. Para quién era un cultor de los de Liverpool y un entusiasta seguidor del rock progresivo nacional como yo, tomar la decisión a qué concierto asistir esa tarde fue todo un problema. Quizás mi conocimiento parcial sobre la figura del tecladista norteamericano y mi fascinación por lo que había descubierto no hacía mucho, el rock nacional, me decidió. Fui al de Serú.
34 años después, la noche del sábado, asistí a un concierto en el Teatro Luxor de Villa Carlos Paz donde, de alguna forma, estaban unidas esas dos experiencias en una sola persona: Pedro Aznar. “Mil noches y un instante” fue una ceremonia en donde la liturgia estuvo cuidadosamente elaborada y la virtuosidad dominó el centro de la escena.
Aznar nos llevó por todos lados. Nos hizo cruzar puentes amarillos para llevarnos a la casa del Cuchi Leguizamón, y terminamos en los estudios Abbey Road.
Sí, en un momento parecía que estábamos ahí, viendo en vivo el proceso de grabación de temas que ya son historia de la música universal. En el camino pasamos por su rica historia y presente, un paisaje de melodías que ya son identidad Aznar. Fue un instante que unió mil noches. Su humildad es inversamente proporcional a su talento.
Quizás en el 79 debería haber elegido a Preston, pero después de lo del sábado quién me quita lo escuchado.
Foto Alejandro Gómez
Crónica publicada en La Jornada Web de Villa Carlos Paz, el 2 de setiembre de 2013, con motivo de la presentación de Pedro Aznar en el Teatro Luxor.

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