El azul

Por Alejandro Barbeito

Deja las pantuflas en la puerta del baño, como es su costumbre. Costumbre que retomó luego que BiBi y King, una pareja de ovejeros belgas que mastican todo, no entran más a la casa. 

El baño es un corredor con la ducha al fondo. Cuelga la bata detrás de la puerta y se saca los anteojos que apoya delicadamente sobre el estante. Se mira al espejo y este le devuelve la resaca sin piedad. Estaba recién levantado. Había ido a cenar a la casa de su hermana Dora, que cocina manjares para los dioses que su esposo riega de tinto con especial ahínco. 

Abre la ducha y espera a que el agua llegue a la temperatura deseada. Se queda 5 minutos bajo la lluvia tupida recibiendo la energía de cada gota de agua que lo devuelve a la vida. Extiende su mano al estante. Agarra el frasco que está más cerca e intenta identificarlo por la etiqueta, pero solo ve un manojo de palabras que no le indican que es. Textura Liviana lee en un rincón. Textura liviana, que corno es una textura liviana? gruñe. NUEVO! dice arriba de la marca, que artilugio gastado! piensa mientras comienza a incomodarse por estar perdiendo tanto tiempo en identificar un frasco. Con un Mix de Aceites Ultralivianos de Almendras y Sésamo, la puta pensó, ¿metí la mano en la alacena de la cocina?. Se fastidia, siempre le pasa lo mismo. 

Sale de la lucha y se acerca al toilette mientras desparrama agua por el piso que tan limpio estaba. Se pone los lentes, se los saca. Empañados. Sale por el pasillo regando el piso. Va hasta la pieza, desnudo, ya no le importan el baño ni la ducha ni el trabajo que lo está esperando. Sobre la mesa de luz los lentes de lectura. Se los pone con las manos mojadas. Está irritado. “Por Dhoman, Experto en Daños” reza otra leyenda con letra importante. La puta madre ¿donde mierda dice que es?…se acuerda de la lupa que le había regalado su padre con la que miraba las hormigas. Está en el cajón de la mesa de luz. En la casa no había nadie. De fondo se sienten las gotas de agua rezongar contra el piso del baño. Agarra la lupa y recorre la etiqueta como hizo Jim Hawkins con el mapa de la Isla del Tesoro. Eureka!... ahí está, pequeña, muy pequeña. Como si alguien quisiera que no se lea. Escondida debajo de la frase sobre cremas y balances. Como en penitencia. La palabra más importante, la definitoria, la que le da sentido al frasco, ahí perdida, diminuta, cuerpo 7: ACONDICIONADOR.

Se volvió al baño sin apuro, resignado, con frío, murmurando: a quién mierda se le ocurre ponerlo tan chiquito. Cierra la puerta del baño. Ahora sabe que el champú es el azul.


No hay comentarios: