Dos explosiones

Por Alejandro Barbeito

Estábamos en la habitación del quinto piso, la ciudad se calentaba de a poco con un sol débil que trataba de doblegar a una bruma resistente. Las mañanas en mi ciudad son tranquilas, pocas veces se perturban por fenómenos climáticos, pero la bruma es una constante la mayor parte de los días, lo que tiñe las horas de cierta melancolía. Mis hijos sentados en la mesa esperaban ansiosos la comida, que por ser sábado era su favorita. Adriana daba los toques finales mientras yo me encargaba de las bebidas. Los fines de semana son siempre días especiales y todos en general estamos de buen humor. Cuando me dirijo a la heladera a sacar el refresco observo por la ventana una gran columna de humo a unas 20 o 30 cuadras de casa. Me llama la atención la densidad y su tamaño, parece una explosión, aunque no habíamos escuchado ningún ruido que nos previniera. A la velocidad que se expandía la nube me hizo calcular que lo que fuera había pasado no más de 15 minutos atrás.

El refresco estaba detrás de la leche y mi torpeza habitual la hizo caer y se  desparramó por el suelo. Fastidiado me inclino y tomo el porta sachet. Cuando me levanto para buscar alguna rejilla y limpiar, veo por la ventana que ahora son dos las columnas de humo. Dos explosiones, grandes, inmensas. Esta última estaría un poco más lejos, pero a no más de 40 cuadras. No escuchamos nada. 

Me olvide de la leche y el enchastre, quedé perplejo por lo que estaba viendo. Dos explosiones, idénticas, en distintos lugares?. No llegué a elaborar una teoría sobre que podría ser cuando de cada gran hongo de humo y fuego salen disparadas 4 columnas hacia el cielo, como si fueran cohetes o algo así. Ocho en total. Paralizado solo atiné a gritarles Vengan a ver!!!!. Rodrigo, Sofía y Adriana deben haber percibido pánico y apuro en mi grito. En un santiamén estábamos todos frente al ventanal. 

De la dantesca escena nacen enjambres que se mueven como olas y avanzan hacia todos lados. No tuvimos tiempo ni siquiera de mirarnos entre nosotros cuando las primeras cosas llegaron hasta nuestra ventana. Los golpes, similares a los de una tormenta de granizo, nos devolvieron los reflejos. Vamos para atrás! les grite y trate de arrearlos de un solo manotazo hacia al comedor donde se enfriaba la comida servida. Ya en la sala me doy vuelta para ver con más detenimiento. Ya no golpean la ventana, flotan en el aire geométricamente distribuidas, como pintadas por Magritte.

-Qué es eso papá? Me pregunta Rodrigo 

-Parecen mariposas, pero vuelan raro, se mueven como… ¿máquinas?!!

Esa conclusión nos inundó de adrenalina. De la zona de las explosiones, que ahora era una sola gran nube de tonos violetas, surgen extraños aparatos que vuelan para todos lados. Pienso en lo indefensos que estamos parados aquí, duros, en el comedor de un pequeño departamento del quinto piso. Las 8 columnas disparadas hacia el cielo ahora son una especie de tubos conectados con el espacio.  

No hay nadie a mi lado, me doy vuelta y mi familia está sentada en la mesa comiendo, como si nada estuviera pasando. Atine a que reaccionaran cuando entro esa cosa atravesando la ventana, ya ni sé si la rompió. Era un pequeño cubo que emitía un sonido perturbador y que escaneaba la habitación con un fino haz de luz de un color desconocido. Lovecraft me vino a la memoria. 

La comida no está, la mesa luce limpia y sin rastros de almuerzos ni familia. Estoy solo, por la ventana se ve un escenario surrealista:  la Golconda de “mariposas” y un cubo que está flotando en frente del departamento, a unos 4 o 5 metros, sobre una ciudad que ya no está.

Alejandro Barbeito

No hay comentarios: